Simón Bolívar: El Libertador



I. La juventud de Bolívar


Simon BolivarSimón Bolívar nació en Caracas el 24 de julio de 1783. Su ciudad natal era la capital de la Capitanería General de Venezuela. Era hijo del coronel Juan Vicente Bolívar Ponte y de Doña María de la Concepción Palacios Blancos, ambos salidos de familias españolas de gran descendencia.

Estas dos familias, viviendo sobre suelo americano por numerosas generaciones, hacían parte de la poderosa clase social de los "Mantuanos", lo que les valía grandes privilegios. Fue en ese cuadro que nació Simón Bolívar, a quien uno de los miembros de la familia, el padre Juan Félix Jérez-Aristiguieta Bolívar redactó un testamento en su favor, asegurándole una fortuna muy grande.

Simón, a quien su madre no podía amamantar, se vio confiado a una nodriza negra, Hipólita, una de las esclavas de la familia. Ésta hizo más que alimentar a Simón, se ocupaba de él como si fuera su propio hijo, y sobre todo a la muerte del coronel Bolívar cuando su hijo tenía apenas 7 años. Simón Bolívar guardaría siempre en su corazón mucha ternura por Hipólita.

Alrededor del año 1790, María Antonia, Juana, Juan Vicente, y Simón, se paseaban bastante seguido con su madre en sus tierras del valle de Aragua. Simón fue tocado por la belleza y la tranquilidad de los paisajes que descubría.

Pero el encanto se rompió el 6 de julio de 1792, cuando murió su madre, quien había tenido siempre una salud frágil. Los Bolívar quedaron huérfanos. Las dos muchachas, aunque muy jóvenes, no tardaron en casarse, y fue el abuelo materno, don Feliciano, quien devino el tutor de Simón, de apenas 9 años.
Pero el joven Simón sufrió mucho por la desaparición de sus padres.

Simón había aprendido a leer, escribir y contar con diferentes preceptores. Fue a la Escuela Pública, dirigida por Simón Rodríguez, un hombre original y progresista, cuyas ideas pedagógicas y sociales tendrían mucha influencia sobre un joven de caracter aún muy maleable.
Pero entretanto, don Feliciano falleció a su vez, y la tutela regresó a Carlos Palacios, su tío, con quien Simón no se entendía para nada. Don Carlos, soltero, pasaba mucho tiempo en sus haciendas, y Simón, librado a su suerte, se paseaba en las calles de Caracas con muchachos que no eran de su rango.

A los 12 años, Simón Bolívar se fugó y fue a buscar refugio con su hermana María Antonia. Pero el niño es reconducido a su casa, después confiado como interno a cargo de su maestro Simón Rodríguez.
Rodríguez no tardó en ganar la confianza de Simón, y en algunos meses lazos estrechos iban a ligarlos, lazos de simpatía, que durarían hasta la muerte.

Admirador de Rousseau y otros filósofos franceses, Rodríguez iba a enseñarle mucho a Simón Bolívar, empleando mucho tacto, sensibilidad y firmeza igualmente. Fue en ese momento que Simón abrió sus ojos, su espíritu y su corazón a los ideales que marcarían su vida.


II. Simón Bolívar en Europa


Juramento del Monte Sacro en Roma

En 1799, viajó por primera vez a España, visitando de paso Veracruz y México, haciendo una corta escala en La Habana. En Madrid, estaba rodeado de sus tíos Esteban y Pedro Palacios, así como por el marqués de Ustariz quien devino su maestro. Simón profundizó sus conocimientos literarios y científicos y, como todo el mundo que se respete, perfeccionó su esgrima y su forma de bailar.
Frecuentó numerosos salones donde se lo destacó, a la vez por su elegancia y por su inteligencia.

Rápidamente, conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, una joven española de quien se enamoró. Pensó inmediatamente en fundar una familia, tener descendencia y regresar a Venezuela para disfrutar de sus bienes. Pero su tío pensó que era un poco precipitado y le aconsejó viajar algún tiempo. Sería tiempo de pensar en el matrimonio un poco más tarde.
En la primavera de 1801, viajó a Bilbao donde permaneció el resto del año. Después fue a Francia, a París y Amiens. El país, su cultura, las gentes lo encantaron. En el mes de mayo de 1802, estaba de nuevo en Madrid donde se casó, el 26, con María Teresa. Los dos jóvenes esposos viajaron a Venezuela, pasando momentos felices hasta enero de 1803, fecha en la cual murió María Teresa.

En una carta dirigida a un amigo que vivía en Francia, Bolívar expresó sus sentimientos después de la muerte de su esposa: "La he perdido; y con ella la vida de dulzura que alegraba mi tierno pecho... El dolor no me deja un solo instante de sosiego". Era una emoción profunda y sincera, expresada con mucho romanticismo.
El joven viudo regresó a Europa a fin de ese mismo año, pasando por Cádiz y Madrid, y se instaló en París en la primavera de 1804.

En París, Bolívar llevó una vida social muy intensa, aprovechando los placeres que ofrecía la capital francesa. Hubo amores furtivos con una dama francesa, Fanny Du Villars, a quien frecuentaba en los salones, a los cuales iban los hombres políticos, militares, diplomáticos, científicos, comerciantes y las bonitas mujeres.
Leía mucho, asistía a conferencias y observaba con sagacidad los acontecimientos políticos y militares que estaban cambiando el mundo. Fue la época, en 1804, cuando Napoléon fue coronado emperador. Esto impresionó mucho a Bolívar quien admiraba el genio militar de Bonaparte, pero criticó su subida al trono imperial.
En el curso de sus conversaciones con los sabios Humboldt y Bonpland, Bolívar comenzó a abordar el tema de la independencia de América del Sur.

En Francia, encontró a su maestro y amigo Simón Rodríguez. La misma pasión del saber los animaba. Juntos viajaron a Italia, en 1805. En Roma, en el mes de agosto, hicieron la ascensión del Monte Sagrado donde Bolívar, de un tono solemne, juró jamás dejar su alma en reposo ni su brazo mientras la América Hispanoparlante no sea libre de la dominación española. Era un bello gesto romántico, pero no sería solamente un gesto... Sería el Libertador, el que prometió y cumplió sus promesas.

Después de haber visitado Nápoles, Bolívar regresó a París a comienzos del año 1806, e integró por un tiempo logias masónicas. A fines de aquel año, embarcó a Hamburgo en un navío que lo condujo a Charleston, en enero de 1807. Recorrió una parte de Estados Unidos y regresó a Venezuela hacia mediados de año.
Durante su estancia en la República del Norte, tomó conciencia de lo que representaba la "libertad racional".


III. Triunfo y fracaso de la revolución venezolana


Révolución del 19 de abril de 1810

Desde 1807 a los primeros días del año 1810, Simón Bolívar permaneció en Caracas y en sus haciendas. Sin embargo, no olvidaba su juramento de Roma. En el curso de las reuniones con su hermano Juan Vicente y sus amigos, hablaban de literatura pero también de la independencia de Venezuela.

El momento llegó cuando, el 19 de abril de 1810, comenzó en Caracas la revolución de independencia. Bolívar devino coronel, fue comisionado por la Junta de Caracas, con Luis López Méndez y Andrés Bello, para viajar a Londres, y exponer delante del gobierno británico los deseos de Venezuela, deseosa de mantenerse, al menos, autónoma del gobierno que en España había tomado el poder, después de la detención de Fernando VII por Napoleón.
Bolívar, muy en su interior, aspiraba a la total independencia. Pero el gobierno inglés observaba una prudente reserva. En Londres, donde permaneció durante dos meses, Bolívar - quien contaba con el apoyo franco y entusiasta de Miranda - podía apreciar el funcionamiento de las instituciones británicas.

A fin de este año, Bolívar estaba de regreso. Poco tiempo después, Miranda regresó también a su patria. En tanto que miembro eminente de la Sociedad Patriótica, Club Revolucionario, Bolívar era uno de los más ardientes en pedir al Congreso que proclamara la independencia.
Después del 5 de julio de 1805, combatió bajo las órdenes del general Miranda a fin de someter a los realistas que ocupaban Valencia. El 23 de julio de 1811, Bolívar recibió su bautismo de fuego y combatió por primera vez.

El 26 de marzo de 1812, mientras que un temblor de tierra causó enormes desgastes y numerosas pérdidas humanas en Caracas y alrededores, Bolívar, en la Plaza de San Jacinto, encaramado sobre un montón de ruinas, lanzó esta famosa declaración: "Si la naturaleza se opone a nuestros designios la combatiremos y haremos de suerte que ella nos obedezca". Era la actitud de un hombre que no cedía, cualesquiera fueran las dificultades que pudiera encontrar en su camino; era, también, una forma de contrarrestar el desaliento y el terror que se habían apoderado de muchos republicanos frente a tal catástrofe.

Algunos meses más tarde, comandando la plaza fuerte de Puerto Cabello, Bolívar no pudo, pese a sus esfuerzos, impedir que caiga en manos de los realistas. Sus propios soldados lo abandonaron y se alinearon bajo las órdenes de los españoles. Debió huir con un puñado de fieles oficiales.
Algunas semanas más tarde, Miranda debió capitular ante el jefe realista Monteverde, y la Primera República de Venezuela se apagó. En la Guaira, un grupo de jóvenes oficiales, entre los cuales se encontraba Bolívar, detuvieron al infortunado Precursor, Francisco de Miranda, y lo libraron a los españoles.

Bolívar obtuvo un pasaporte gracias a la generosa intervención de su amigo Iturbe, y pudo partir, en exilio, a Curaçao. Desde allá se fue a Cartagena, donde el 15 de diciembre de 1812 publicó un manifiesto en el cual expuso sus principales ideas, que guiaron su acción en los próximos años: un solo mando para luchar hasta la victoria, y la unión de todos los países hispano-americanos para lograr y consolidar la independencia y la libertad.

Estos principios eran claros y simples. Bolívar se daba cuenta de que el fracaso de 1812 venía de la desunión. Había que concentrar los esfuerzos de todos los americanos para ganar la guerra y organizar a continuación las nuevas naciones. Había que convencer a los criollos de la exactitud de su causa y adiestrarlos en la lucha por la independencia. Esta lucha no podía desarrollarse en un solo país, sino sobre todo el continente a fin de hacer doblegar la dominación realista.




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